El
mundo globalizado que nos envuelve hoy en día, es el mismo que nos arranca de
los brazos del afecto y el sentido de lucha que se vuelven pulsiones de vida
para empujarnos a continuar el caminar cotidiano. Y de la misma manera en que
nos envuelve, nos abraza corrosivamente y despersonifica todo a su paso; tatúa
en el día a día una desigualdad que no deja de crecer. La incomunicación, el miedo, la desconfianza, el
interés, la conveniencia, la corrupción, la violencia… se vuelven situaciones
incontrolables; especialmente en la mente de los cómodos.
De
cierto modo, la esencia vital de las personas se fragiliza al punto de
enarbolar una ideología resignada a lo inevitable, que menosprecia y
desvaloriza la propia lucha y perseverancia por el sólo hecho de autoimponerse
que en situaciones difíciles de alcanzar, encuentran una única solución: la
negativa a intentarlo. Sin embargo, lo que
evidentemente uno empieza a necesitar es el acompañamiento, la proximidad y
cercanía, el cariño, la comprensión… el abrazo social. Pero hasta alcanzarlo, la gran mayoría
prefiere estancarse en la incertidumbre que genera la comodidad de no actuar por
temor a que la situación empeore.
En este
punto, uno puede pensar en relatos motivadores y de superación personal que de
alguna manera puedan ofrecer una respuesta ante tanto pesimismo globalizado. Un
joven cantautor puertorriqueño, planteaba una historia de la siguiente manera: “El pasado es cuento y el futuro no ha
llegado, se nos va la vida esperando. Todo el mundo apuesta a que algún día
saldremos de esta y a mi lo que me interesa es el mientras tanto”. Y si de
comodidad se trata, podríamos hablar de ese “mientras tanto”, insertándolo como
ese abrazo social que necesita el mundo entre tanta cultura de lo incierto.
¿Qué podemos hacer, mientras tanto, para poder cambiar algunas cosas de nuestro futuro? Claramente, no será la única respuesta, pero su ímpetu y fuerza lo valen: LA VOLUNTAD.
DAR por voluntad propia. Algo que se gesta en
este mismo mundo de desencuentros como una manera de activar el compromiso
que lleva de la mano una proximidad vital que se bifurca para lograr
dos cometidos: uno, relativo a la cercanía con el que menos tiene en cuanto a
cuestiones materiales; y el otro, con la cercanía a uno mismo, logrando
encontrar ese cachetazo de realidad que lo despierte o impulse a valorar todo
lo que lo rodea. Se trata de una inagotable cadena de favores, desinteresada
por cierto, en la que los que menos tienen son quienes más dan, y los que
tienen ganas de dar todo de sí en la ayuda al otro, son quienes más llenos se
vuelven a sus casas.
El "dar al otro" comparte la vida y la existencia misma en cada rincón de los
lugares a donde su fuerza de voluntad les permita llegar, y esto incluye
notoriamente el hecho de transgredir fronteras, derribar muros, ser foco de
críticas sociales y cuestionamientos que menosprecian su labor, como también de
aplausos colectivos y distinciones bien vistas culturalmente. Pero dentro de
este movimiento esencialmente humanista, existe una gran verdad: se construye
un relato de lo que no se ve, fusionado con lo conocido, de mixtura de
gratificaciones y desencantos. No presenta maquillajes en lo que cuentan, los
dramas, las vivencias, las alegrías y tristezas compartidas son reales y al
mismo tiempo invisibles ante la sociedad.
“Mientras
tanto”, entonces, en este mundo en el que las distancias espacio-temporales
están trastocadas, donde lo próximo parece lo que viene de lejos y lo lejano parece
ser lo que vemos dentro del televisor, la pantalla de la computadora o
escuchamos en la radio; es loable resaltar el valor de ser voluntario hoy en
día. Vivir y dar sentido a nuestra existencia conociendo historias de vidas
esperanzadas o quebradas por el dolor, logros construidos a base de esfuerzo y perseverancia,
derrotas que son fruto de las carencias e imposibilidades a las que muchos
siquiera rozan, es una oportunidad esencial al mundo del voluntariado. Un mundo
al cual puede ingresar todo aquel que sienta el impulso de querer cambiar el
metro cuadrado en el que se encuentra parado, desde el lugar donde esté
observando lo que lo rodea, pero que debe convertirse en un
experto en comunicación, un sabio en
acompañar personas y aspirar a concretar procesos de cambios por más minúsculos
que estos sean.
“Mientras
tanto”, entonces, me remito a la fuerza inquebrantable de una nariz de clown. Roja, brillante, redonda... tan diminuta, tan poderosa y tan generadora de sonrisas.
Madre Teresa de Calcuta
1 comentario:
Qúe bonitas las fotos! Precioso artículo, he llegado hasta aquí a través de tu último tweet. Espero que puedas pasarte por mi blog, que recién empiezo! Besitos! :)
http://myowninspirationn.blogspot.com.es/2013/11/opening-post.html
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