No sé que microbio universal trajo hasta a mí la entrevista de Fantino a Rolón, donde una suerte de 6 minutos de oídos abiertos pueden no darte respuestas a las preguntaas más existenciales que la propia existencia, pero sí servirte de signo de interrogación para cerrar oraciones inconclusas.
Y recordé que olvidar no era tan sencillo como pronunciar la palabra "Olvido"; que la vida es correr riesgos de toda raza y color, incluso aquellos en los que "hacer nada, no es nada fácil"; que no podemos vivir del pasado porque sino las arrugas de la frente edifican un acordeón cuyo sonido es lo más parecido a la amargura y la frustración; que tampoco podemos vivir del futuro porque los viajes no deben ser comidos, sino saboreados, y mirar mucho hacia adelante nubla la vista de expectativas y ansiedad... y que tampoco podemos vivir del presente, aunque sea lo único que nos queda, porque biológicamente no estamos encaminados a existir con recuerdos a corto plazo (si asi fuera, no existirían créditos ni financiamiento seductores, ni nada por el estilo).
"A veces cuesta darse cuenta que la felicidad está en una charla de 20, 30 minutos con tu viejo o con tu abuelo, o tomar unos mates con tus amigos, o irte a tirar al pasto a mirar el cielo con tu mujer o con tu novia... está en esas pequeñas cositas..."
Está en esos almuerzos y siestas vacacionales junto a cinco personitas más, que hicieron de mi ajetreada infancia, mi lugar preferido en el tiempo.
Está en la primer semana de septiembre del 2004, con cientos de almas en común unión y experimentando y sintiendo la máxima expresión de fe y la pureza del alma.
Está en la noche de aquel 18 de mayo de 2007, congelado, pero de sonrisas propulsoras de calor y la compañía más agradable y brillosa del universo.
Está en ese fin de semana de septiembre del 2008, en que después de dos meses sin ver a mi peladin favorito, volvió por una pausa a la quimioterapia y para devolvernos el oxígeno y la felicidad que había quedado suspendida en el aire.
Está en ese 13 de mayo del 2009, en el que un "Chau Flor, suerte." se convirtieron en las mejores palabras para dormir en paz, y recordar con una sonrisa muy inmensa, que tengo el placer de haber conocido a alguien que me cuida desde el cielo.
Está en ese baile con mis amigas, disfrazadas todas de aves del corral, llenas de plumas y colores estridentes, haciendo orgullosamente el ridículo con la simple finalidad de divertirnos!
Está en ese 25 de junio, con amigos que la vida puso en mi camino, que coreaban conmigo un sinfín de cantitos de aliento.
Está en muchos rincones de mi casa... arriba del piano y dentro de un florero, en el árbol del patio, en el abrazo de mamá, en la sonrisa y el brillo de los ojos de mi abuelo, en las carcajadas de mi hermano, en sentir el vientito en la costanera, en morir de ternura con el perro, en hacer el ridículo, en desentonar con el paisaje, en gritar, llorar, cantar, en todo...
LA FELICIDAD ESTÁ... no importa donde, ni como, ni que tan visible o extraordinaria sea. ESTÁ.
domingo, 28 de septiembre de 2014
martes, 15 de julio de 2014
El mundial de mi vida
Pocos espectáculos en el mundo te generan ese mismo "nosequé".
Todo empezó un 5 de junio... mi buena amiga (ahora más amiga de mamá que mía), la FIFA, largó la venta de las últimas entradas para los partidos en los primeros minutos del día. Y ahí estábamos los miles y miles de seres loggeados en la sala de espera virtual... todos expectantes, pendientes de algún sonidito de aviso que las puertas estaban abiertas a cualquier posibilidad.
Odiando las salas de espera reales, teniendo puesta la mochila cargada de seños fruncidos y contracturas de espalda, de responsabilidad bajo cero y enarbolando la bandera de los retobados y rebeldes sin causa alguna... ahí estaba yo, Florencia, con la esperanza más grande que el Perito Moreno, haciendo un curso sobre "El arte de esperar" pero ya sin uñas y con la mirada completamete desalineada. Sin embargo, lo que no dejaba de alinearse y congeniar a mi favor eran los planetas, las estrellas y los asteroides del sistema solar... ¡¡Incluso los mismísimos agujeros negros conspiraban a mi favor!!
Amigos con la misma incertidumbre que yo, tuvieron a cargo el empujon a la pileta. Y cerca de las 4 am, ya chapoteaba con una entrada intangible y un hermoso calambre de ideas. ¿Viste que suelen decir que "el primer paso es el que cuesta"? Pfffffff... me costó en principio más de 30 horas sin dormir
(...)
Ya se terminó #Brasil2014... y aunque no nos dijo qué se siente, muchos lo sentimos en carne propia.
Mucha historia, hermosas estadísticas, #ElMundialDeLosGoles, #ElMundialDeLasSorpresas, el tan anhelado y esperado, el tan criticado y odiado.
Mucho récord, mucha vibra y apoyo a lo nuestro: la gran pulga que batió su propio récord de goles en un mundial, se recibió de experto y magister en cerrar orificios corporales. La revelación: el de apellido de color rubí y botines flúo. El capitán sin cinta, que se convirtió en el nuevo "gen argentino", ese, que si te dice "Hoy sos héroe" e instantáneamente te crece la capa y brotan los superpoderes. El héroe nombrado, que nos salvó de situaciones límites. El de los botines bicolores que marcaron tendencia y farandulearon entre papeles judiciales y apariciones espontáneas pero justas. El sex simbol, con esa sonrisa de dulce de leche... tentadora y empalagosa a la vez. El fideo con cualidades angelicales. El de la trencita, el número 5, el inmenso (un poco de edad y otro tanto de juego) que nos empujó a dar un paso más, como hace 24 años no lo hacíamos. Esos a los que jodimos creyendonos centro del mundo con el típico "Quién te conoce?"... y quién me conoce a mí también? Ya que estamos, no? HISTORIA hicieron esos desconocidos, corrieron, gritaron, lloraron, llenaron los estadios de huevos y amor al deporte. Y cómo olvidar al responsable monofacético, el pachorra que no se quería rescatar... que se las Sabe todas, y ojalá siga siendo así.
Las puteadas más creativas que tuve el agrado de conocer, las canciones más originales y pegadizas... ¡¡Y con punto muerto en las intenciones de mufar!! Nos cansamos de escucharlas, pero empezaban a sonar y nos prendíamos cual orangutanes enjaulados que pedían a gritos salir a bombear a besos a la mona Chita.
Ese amor por los colores que se transforma en el sonido de miles y miles (y millones) de gente como vos que con solo emitir un "ooh", inmortalizando el hitazo de López y Planes, ya te pone la piel de gallina y te infla el pecho de orgullo. Todo...
Revivir esas clases de plástica de primaria y pintarnos la cara sin salirse de los contornos. Saltar, gritar, llorar, reirse a carcajadas, insultar hasta las lágrimas, golpearse el pecho, tomarse la cara intentando tranquilizar el vaivén de una cabeza que sacudía el no poder creer aquello que veía. Las cargadas, la burla, el humor carnestolendo que se encendía con pasión y ritmo con el sólo hecho de coincidir con dos objetos que al chocar, simulen alentar ruidosamente por los mismos colores que uno.
Resucitar esa manía loca de sociabilizar con gente de lugares recónditos o con tus mismos compaisanos, cual amigos de la vida que se encuentran en un punto del universo y motivados por algùn brebaje de por medio, hacen del mundo un lugar mejor.
Inevitable aclarar el título de analistas deportivos que sacamos por préstamo más de uno, durante los 25 días que duró la temporada de partidos, sumando los "días de descanso" que sirvieron para absorber hasta los detalles milimétricos que nos convertían por momentos en Licenciados en técnica futbolística con especialidad en medición del "pechofriísmo" Messístico y demás yerbas. ¿Me incluyo? Claro que me incluyo. Yo no miro fútbol los 356 días del año; más bien soy de las que todas las navidades y años nuevos prende TyC para fumarse la maratón de videos divertidos. Soy también de aquellos que juega al FIFA con la playstation y para hacer correr a un jugador hacia la izquierda, se tira de costado hasta quedar en posición fetal y no se mueve hasta conseguir que el personaje en cuestión por fin corra hacia la dirección requerida en cuerpo, alma y dirección tecnológica.
Pero sin dudas, soy de ese grupete mayor, que mira el cielo en un día "peronista" y sonríe al pensar que esos mismos colores son los que nos representan ante el mundo. Y que la naturaleza no puede ser más sabia y perfecta para haber elegido al celeste y blanco como sinónimo de excelencia cotidiana. Porque no me pueden negar que un día gris tiene menos sentido vital que aquellos en los que el cielo es espejo de nuestra bandera.
Hace tres meses no tenía esperanza alguna... titulares de "ENTRADAS AGOTADAS" colmaban la ansiedad de por lo menos definir en dónde ver cada partido. Ya se sabía por KO que en la casa de fulanita estaba prohibido ver los benditos cuartos de final, por ejemplo. También era de público conocimiento (más bien, propio) que este año no iban a existir las cábalas pero que vaya a donde vaya, no podía hacerlo sin la bandera que presenció la revolución de fe más grande do mundo un año atrás... Y así, las cosas se fueron dando con ayuda del tiempo.
No sé si fue Francisco, si fue la Santísima trinidad argenta, si fueron mis ángeles de la guarda o el simple hecho de haberlo deseado con todas mis fuerzas... pero tengo que decirlo: el universo conspiró a mi favor. FUI AL MUNDIAL. (Haya sido un partido o el mes entero de cancha en cancha, haya visto un empate o un show de goles, haya tenido entrada o no... les juro que hoy, balanceando lo vivido, la relevancia y la diferencia es poca. Poquísima.)
El universo me regaló dos oportunidades que merecen las #GraciasMundiales más grandes de todo el sistema solar. A él por conspirar, a mi por desear, a vos por estar, a vos por bancar, a vos por incentivar, a vos también que me hiciste un lugarcito, a vos que ayudaste a mi sonrisa, a vos que aplaudiste y deseaste buena vibra, y cómo no agradecerte también a vos? que deseando la nada me potenciaste el deseo a mí.
Un estrés sin desperdicio y con aires de profesor: Aprendí, por sobre todas las cosas. Y lo tengo que decir: Me porté alegre y me reí de Janeiro porque, LEJOS, fue "El mejor mundial de mi vida".

Todo empezó un 5 de junio... mi buena amiga (ahora más amiga de mamá que mía), la FIFA, largó la venta de las últimas entradas para los partidos en los primeros minutos del día. Y ahí estábamos los miles y miles de seres loggeados en la sala de espera virtual... todos expectantes, pendientes de algún sonidito de aviso que las puertas estaban abiertas a cualquier posibilidad.
Odiando las salas de espera reales, teniendo puesta la mochila cargada de seños fruncidos y contracturas de espalda, de responsabilidad bajo cero y enarbolando la bandera de los retobados y rebeldes sin causa alguna... ahí estaba yo, Florencia, con la esperanza más grande que el Perito Moreno, haciendo un curso sobre "El arte de esperar" pero ya sin uñas y con la mirada completamete desalineada. Sin embargo, lo que no dejaba de alinearse y congeniar a mi favor eran los planetas, las estrellas y los asteroides del sistema solar... ¡¡Incluso los mismísimos agujeros negros conspiraban a mi favor!!
Amigos con la misma incertidumbre que yo, tuvieron a cargo el empujon a la pileta. Y cerca de las 4 am, ya chapoteaba con una entrada intangible y un hermoso calambre de ideas. ¿Viste que suelen decir que "el primer paso es el que cuesta"? Pfffffff... me costó en principio más de 30 horas sin dormir
(...)
Ya se terminó #Brasil2014... y aunque no nos dijo qué se siente, muchos lo sentimos en carne propia.
Mucha historia, hermosas estadísticas, #ElMundialDeLosGoles, #ElMundialDeLasSorpresas, el tan anhelado y esperado, el tan criticado y odiado.
Mucho récord, mucha vibra y apoyo a lo nuestro: la gran pulga que batió su propio récord de goles en un mundial, se recibió de experto y magister en cerrar orificios corporales. La revelación: el de apellido de color rubí y botines flúo. El capitán sin cinta, que se convirtió en el nuevo "gen argentino", ese, que si te dice "Hoy sos héroe" e instantáneamente te crece la capa y brotan los superpoderes. El héroe nombrado, que nos salvó de situaciones límites. El de los botines bicolores que marcaron tendencia y farandulearon entre papeles judiciales y apariciones espontáneas pero justas. El sex simbol, con esa sonrisa de dulce de leche... tentadora y empalagosa a la vez. El fideo con cualidades angelicales. El de la trencita, el número 5, el inmenso (un poco de edad y otro tanto de juego) que nos empujó a dar un paso más, como hace 24 años no lo hacíamos. Esos a los que jodimos creyendonos centro del mundo con el típico "Quién te conoce?"... y quién me conoce a mí también? Ya que estamos, no? HISTORIA hicieron esos desconocidos, corrieron, gritaron, lloraron, llenaron los estadios de huevos y amor al deporte. Y cómo olvidar al responsable monofacético, el pachorra que no se quería rescatar... que se las Sabe todas, y ojalá siga siendo así.
Las puteadas más creativas que tuve el agrado de conocer, las canciones más originales y pegadizas... ¡¡Y con punto muerto en las intenciones de mufar!! Nos cansamos de escucharlas, pero empezaban a sonar y nos prendíamos cual orangutanes enjaulados que pedían a gritos salir a bombear a besos a la mona Chita.
Ese amor por los colores que se transforma en el sonido de miles y miles (y millones) de gente como vos que con solo emitir un "ooh", inmortalizando el hitazo de López y Planes, ya te pone la piel de gallina y te infla el pecho de orgullo. Todo...
Revivir esas clases de plástica de primaria y pintarnos la cara sin salirse de los contornos. Saltar, gritar, llorar, reirse a carcajadas, insultar hasta las lágrimas, golpearse el pecho, tomarse la cara intentando tranquilizar el vaivén de una cabeza que sacudía el no poder creer aquello que veía. Las cargadas, la burla, el humor carnestolendo que se encendía con pasión y ritmo con el sólo hecho de coincidir con dos objetos que al chocar, simulen alentar ruidosamente por los mismos colores que uno.
Resucitar esa manía loca de sociabilizar con gente de lugares recónditos o con tus mismos compaisanos, cual amigos de la vida que se encuentran en un punto del universo y motivados por algùn brebaje de por medio, hacen del mundo un lugar mejor.
Inevitable aclarar el título de analistas deportivos que sacamos por préstamo más de uno, durante los 25 días que duró la temporada de partidos, sumando los "días de descanso" que sirvieron para absorber hasta los detalles milimétricos que nos convertían por momentos en Licenciados en técnica futbolística con especialidad en medición del "pechofriísmo" Messístico y demás yerbas. ¿Me incluyo? Claro que me incluyo. Yo no miro fútbol los 356 días del año; más bien soy de las que todas las navidades y años nuevos prende TyC para fumarse la maratón de videos divertidos. Soy también de aquellos que juega al FIFA con la playstation y para hacer correr a un jugador hacia la izquierda, se tira de costado hasta quedar en posición fetal y no se mueve hasta conseguir que el personaje en cuestión por fin corra hacia la dirección requerida en cuerpo, alma y dirección tecnológica.
Pero sin dudas, soy de ese grupete mayor, que mira el cielo en un día "peronista" y sonríe al pensar que esos mismos colores son los que nos representan ante el mundo. Y que la naturaleza no puede ser más sabia y perfecta para haber elegido al celeste y blanco como sinónimo de excelencia cotidiana. Porque no me pueden negar que un día gris tiene menos sentido vital que aquellos en los que el cielo es espejo de nuestra bandera.
Hace tres meses no tenía esperanza alguna... titulares de "ENTRADAS AGOTADAS" colmaban la ansiedad de por lo menos definir en dónde ver cada partido. Ya se sabía por KO que en la casa de fulanita estaba prohibido ver los benditos cuartos de final, por ejemplo. También era de público conocimiento (más bien, propio) que este año no iban a existir las cábalas pero que vaya a donde vaya, no podía hacerlo sin la bandera que presenció la revolución de fe más grande do mundo un año atrás... Y así, las cosas se fueron dando con ayuda del tiempo.
No sé si fue Francisco, si fue la Santísima trinidad argenta, si fueron mis ángeles de la guarda o el simple hecho de haberlo deseado con todas mis fuerzas... pero tengo que decirlo: el universo conspiró a mi favor. FUI AL MUNDIAL. (Haya sido un partido o el mes entero de cancha en cancha, haya visto un empate o un show de goles, haya tenido entrada o no... les juro que hoy, balanceando lo vivido, la relevancia y la diferencia es poca. Poquísima.)
El universo me regaló dos oportunidades que merecen las #GraciasMundiales más grandes de todo el sistema solar. A él por conspirar, a mi por desear, a vos por estar, a vos por bancar, a vos por incentivar, a vos también que me hiciste un lugarcito, a vos que ayudaste a mi sonrisa, a vos que aplaudiste y deseaste buena vibra, y cómo no agradecerte también a vos? que deseando la nada me potenciaste el deseo a mí.
Un estrés sin desperdicio y con aires de profesor: Aprendí, por sobre todas las cosas. Y lo tengo que decir: Me porté alegre y me reí de Janeiro porque, LEJOS, fue "El mejor mundial de mi vida".
jueves, 20 de marzo de 2014
Jogo bonito mais grande do mundo
Hoy estamos a 81 días del gran evento gran que se trae este
2014… ¡¡¡¡¡¡EL MUNDIAL EN BRASIL!!!!!
Mientras suena de fondo “Wavin’ flag” de los amigos futboleros David Bisbal y K'naan... El tema que a más de uno nos regaló un envión de buena vibra 4 años atrás; cada vez que sonaba en las radios o cortinaba algún spot en el que una pelota girando sobre el verde vibrante de una cancha, te transmitía por ósmosis la adrenalina de sentirte un punto en ese mar de caras que suelen llamar “público espectador”… Aunque en realidad sea mucho más que un simple "mar de caras", que incluso conforman una ola humana de sonrisas y brazos bailarines: es más bien una marea de colores, ojos vidriosos, sensaciones, corazones con taquicardia expectante y pensamientos especulantes, calculadores y ansiosos.
¡Deus! Que complicado se vuelve describir este tipo de situaciones, un tanto imaginarias
o lejanas, pero a la vez tan cercanas y pertenecientes al mismo mundo en el
que vivo, vivís, vivimos.
Claramente, no está en las posibilidades de todos y cada uno, pegarse una vueltita por alguna de las sedes... mucho menos a esta altura, donde no hace ni una semana en que se conoció la noticia (un toque pinchaglobos) de que las entradas para los partidos de primera fase que jugara argentina se habían agotado.
Pero bueno: "Seremos grandes, seremos fuertes"... y sí, porque por suerte no es el fin del mundo ni mucho menos. Y también, por suerte, para aquellas cosas que Mastercard no puede comprar (léase entradas, pasajes, alojamiento, comida, etc) existe algo que muchos conocemos y suele sonar así: "Nos juntamos en casa a ver el partido." Las palabras mágicas que sirven de excusa al estudio, al médico, al peluquero del perro, a la limpieza de casa y demás yerbas... es ¡LA EXCUSA PERFECTA A TODO!
Claro, antes de tomarnos el palo, juntamos la vuvuzela, la bandera, nos ponemos la casaca, nos pintamos la cara con los lápices acuarelables o las sombras para ojos de la abuela, agarramos la billetera y emprendemos el "viaje" que en el camino encuentra bocinazos, trompetazos, cantitos o algún ruido poco usual fuera de estas fechas.
Claramente, no está en las posibilidades de todos y cada uno, pegarse una vueltita por alguna de las sedes... mucho menos a esta altura, donde no hace ni una semana en que se conoció la noticia (un toque pinchaglobos) de que las entradas para los partidos de primera fase que jugara argentina se habían agotado.
Pero bueno: "Seremos grandes, seremos fuertes"... y sí, porque por suerte no es el fin del mundo ni mucho menos. Y también, por suerte, para aquellas cosas que Mastercard no puede comprar (léase entradas, pasajes, alojamiento, comida, etc) existe algo que muchos conocemos y suele sonar así: "Nos juntamos en casa a ver el partido." Las palabras mágicas que sirven de excusa al estudio, al médico, al peluquero del perro, a la limpieza de casa y demás yerbas... es ¡LA EXCUSA PERFECTA A TODO!
Claro, antes de tomarnos el palo, juntamos la vuvuzela, la bandera, nos ponemos la casaca, nos pintamos la cara con los lápices acuarelables o las sombras para ojos de la abuela, agarramos la billetera y emprendemos el "viaje" que en el camino encuentra bocinazos, trompetazos, cantitos o algún ruido poco usual fuera de estas fechas.
Ahora el reproductor dio lugar al tan polémico “Waka- waka” de
Shakira… Una canción envuelta en un entramado de acusaciones por
plagio, pasitos de baile, ritmos saltarines y recuerdos de aquel 2010 que
parece tan añejo. Recuerdos, también, de la última edición de los Carnavales
correntinos… la multicampeona agrupación musical “Samba Total” se
armaba de una batucada para interpretar los acordes waka wakescos para hacer
vibrar al corsódromo entero. ¡¡¡¡La gente vibraba en verdad!!!! Carnaval…
sinónimo de alegría… alegría brasilera!!!
Y quizás sea eso lo que tanto expectativa genera, porque para los que tuvimos la suerte de conocer Brasil o una pizca del país enraizado en alguna persona que falaba em portugues; comprobamos empíricamente que todo aquello que lleve bandera verde-azul-amarilla, es propulsor de buena vibra.
Ni hablar cuando suena una batucada, al caminar por las calles de algún pueblito acogedor, al entrar a un negocio a comprar frango asado e coca cola, al despertar en el hotel y arrancar la jornada con un "Bom día" sonriente... Simplemente se trata, a veces, de agregar el "inho-inha" al final de una palabra y automáticamente se dibuja una diminuta sonrisa en un rostro turista e improvisador. Y si no sabremos los argentinos, lo que es querer evaporar simpatía frente a un "Brasilero, brasilero"... en el fondo, los queremos por ser tan buena onda; muchísimo más ahora que queremos reclutar amigos que quieran alojarnos al menos una noche!!
Y quizás sea eso lo que tanto expectativa genera, porque para los que tuvimos la suerte de conocer Brasil o una pizca del país enraizado en alguna persona que falaba em portugues; comprobamos empíricamente que todo aquello que lleve bandera verde-azul-amarilla, es propulsor de buena vibra.
Ni hablar cuando suena una batucada, al caminar por las calles de algún pueblito acogedor, al entrar a un negocio a comprar frango asado e coca cola, al despertar en el hotel y arrancar la jornada con un "Bom día" sonriente... Simplemente se trata, a veces, de agregar el "inho-inha" al final de una palabra y automáticamente se dibuja una diminuta sonrisa en un rostro turista e improvisador. Y si no sabremos los argentinos, lo que es querer evaporar simpatía frente a un "Brasilero, brasilero"... en el fondo, los queremos por ser tan buena onda; muchísimo más ahora que queremos reclutar amigos que quieran alojarnos al menos una noche!!
El mundial desde el ojo femenino tiene otro tinte, tiene esa mixtura que incluso nos invita a ver un partido de fútbol con rimel y rubor...
Sin embargo y mientras tanto, el resto del mundo te mira torcido y pregunta: ‘Che… tanto por un mundial nomas!?” Pero a ver, yo también pienso lo mismo, pero decime… ¡¿Podés controlar la piel de gallina?! Cada vez que suena el himno, cada vez que a modo de flashback te vas unos mundiales atrás en los que pedías que te den permiso en el colegio para retirarte y mirar partidos con tus amigos. O incluso, verlos en la cancha junto a todo el colegio y gritar goles con las profesoras, los directivos, el personal de ordenanza, los mas chicos, los más grandes... y no se termina más!
¿Podés hacer que desaparezca eso que sentís cuando ves cosas como ésta?:
Sin embargo y mientras tanto, el resto del mundo te mira torcido y pregunta: ‘Che… tanto por un mundial nomas!?” Pero a ver, yo también pienso lo mismo, pero decime… ¡¿Podés controlar la piel de gallina?! Cada vez que suena el himno, cada vez que a modo de flashback te vas unos mundiales atrás en los que pedías que te den permiso en el colegio para retirarte y mirar partidos con tus amigos. O incluso, verlos en la cancha junto a todo el colegio y gritar goles con las profesoras, los directivos, el personal de ordenanza, los mas chicos, los más grandes... y no se termina más!
¿Podés hacer que desaparezca eso que sentís cuando ves cosas como ésta?:
Hay algo que tienen los mundiales de fútbol, que no lo tiene
otro evento en el sistema solar… ese “nosequé” que forma parte de un todo
dividido en el antes, durante y post-mundial. Un todo que durante un mes “paraliza”
a la opinión pública, a veces para bien, y otras no tanto; pero un todo al fin,
que llena bolsillos de buena vibra, de reencuentros, de abrazos, de carcajadas
francas, de ratos compartidos entre caras pintadas, camisetas albicelestes,
gritos, puteadas, picadas, cervezas, asaditos… esos típicos “sabores del
encuentro” tan nuestros, tan innegables y tan inevitables.
Se puede empezar la previa, hoy, a 81 días del tan ansiado
12 de junio en el que el pitido del silbato va a marcar el inicio de uno de
los recuerdos mais grandes do mundo: #Brasil2014
sábado, 15 de febrero de 2014
El chico más feliz del mundo.
Con tan solo 13 años dejó, en el corazón de quienes lo conocieron, una de
las enseñanzas más significativas: Vivir para y por el otro. Nico, como lo
llamaban todos, fue un guerrero de la vida. Peleó una de las batallas más duras
que pudieran existir: El cáncer. Y aunque hoy ya no continúa en este mundo, se
convirtió en un modelo de inspiración para mucha gente.
“Hay recuerdos que no voy a borrar,
personas que no voy a olvidar. Hay aromas que me quiero llevar…” con estas
palabras se escucha de fondo al gran Fito Páez, interpretando “Brillante sobre
el mic”; una canción que inmortaliza incontables remembranzas de Nicolás,
porque además, era su canción preferida. Cada tanto, el viento que ingresa por la
ventana de la sala principal, arrima una ráfaga perfumada con olor a vainilla;
una esencia que se volvió un fiel recuerdo en la casa de Juanita, abuela de
Nico, que no puede contener la emoción cada vez que se habla de su nieto.
En la sala hay un piano de madera,
bastante añejo, que se convirtió en una especie de rincón santuario. Entre unas
figuras del Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen de Itatí y Nuestra Señora de Pompeya,
se encuentran cuatro fotografías de él. No es casual que ocupe ese lugar dentro
de la casa, ya que Nico es “el ángel de la familia”; e incluso según un sacerdote
que lo conoció, también es “un niño
santo”. En cada retrato, él sonríe con tanta ingenuidad que, para todo aquel
que sabe su historia, se vuelve irremediable contener las lágrimas de tantas
sensaciones que pueden surgir en esos instantes.
Ya pasaron poco más de
tres años en que Nico dejó en el mundo, el regalo más preciado de todos: su
recuerdo perpetuado en el camino de sus seres queridos. Eterna e imborrable
será la imagen de aquel pequeño gigante de cachetes prominentes, fanático de
River; que jamás renunció a sus principios de ser un chico excepcional. Su
inmenso corazón se apiadaba ante el más pequeño ser vivo. Tanta era su
humanidad que, en numerosas situaciones, frenaba
con un “no mates a la mosca, ella no te
hizo nada y apenas viven pocos días” lo que para él podría convertirse en un
desastre.
Fue extraordinaria su
capacidad de pensar en los demás. Él decía
que había ofrecido su enfermedad a Dios, para que la gente cambie y siempre
pensó que uno debía ser feliz, sin importar el sufrimiento. Incluso en sus
últimos momentos, jamás dejó de reiterar que “se sentía el chico más feliz del
mundo”, porque trataba de sonreír aún en medio de sus dolores. Aunque sabía que
con una gaseosa, un poco de papas fritas ‘Lays’ y la compañía de los suyos, también
lo era. “Esto si que es vida” repetía en cada uno de esos disfrutes en familia.
En numerosas oportunidades, Nico, con
sus molestias de inimaginable intensidad, decidía hacerse a un lado para no
preocupar a la gente y poder sumergirse en el más profundo silencio. Cerraba sus ojitos, agachaba su cabeza y con sus manos en la frente, replicando un gesto muy común entre nosotros cuando no soportamos alguna situación, respiraba profundo. De esa manera, él podía sosegar sus dolencias.
“A los 2 años, ya habían indicios de su enfermedad por las manchitas que tenía en su piel y también porque nació pesando mas de 4kg. Pero habíamos decidido esperar” explica muy serenamente Mariel, su mamá. Nicolás transcurrió su infancia entre algunos estudios médicos y momentos nutridos de juegos y sonrisas. La casa de Juanita, “era el punto de encuentro” de un ejército de valientes integrado por sus, en aquel entonces, seis nietos.
Como por arte de magia, el escenario ya no es aquella sala de amplias ventanas y un piano muy peculiar. El espacio es otro: un inmenso y vacío patio techado por hojas en todas sus tonalidades de verde. Tiene un enorme árbol casi en el centro y un extenso camino de cemento blanco que divide el lugar en dos mitades exactas. Incontables siestas de rodillas raspadas y ropa repleta de tierra, fueron las que iluminaron multiplicadas veces este lugar. Hoy, ya sin hamacas ni calesitas, y casi como un paisaje desgastado por energía del viento, se convirtió en un cofre de recuerdos invaluables.
“A los 2 años, ya habían indicios de su enfermedad por las manchitas que tenía en su piel y también porque nació pesando mas de 4kg. Pero habíamos decidido esperar” explica muy serenamente Mariel, su mamá. Nicolás transcurrió su infancia entre algunos estudios médicos y momentos nutridos de juegos y sonrisas. La casa de Juanita, “era el punto de encuentro” de un ejército de valientes integrado por sus, en aquel entonces, seis nietos.
Como por arte de magia, el escenario ya no es aquella sala de amplias ventanas y un piano muy peculiar. El espacio es otro: un inmenso y vacío patio techado por hojas en todas sus tonalidades de verde. Tiene un enorme árbol casi en el centro y un extenso camino de cemento blanco que divide el lugar en dos mitades exactas. Incontables siestas de rodillas raspadas y ropa repleta de tierra, fueron las que iluminaron multiplicadas veces este lugar. Hoy, ya sin hamacas ni calesitas, y casi como un paisaje desgastado por energía del viento, se convirtió en un cofre de recuerdos invaluables.
No habrá sido fácil ser niño y pelear
ante esta situación. “A partir de una resonancia, supimos que las complicaciones
se podían presentar en la adolescencia, con los cambios hormonales. Y también
que podía manifestarse de forma variada.” Su enfermedad era particular y
sumamente rara, incluso para su mamá, que es médica. Se trataba de numerosos
tumores que rodeaban los nervios periféricos de su cuerpo. Médicamente eran
operables y daban la impresión de ser benignos.
Fueron muchas cirugías por las que
tuvo que pasar, y por ellos fueron muchos también los viajes a Buenos Aires por
esa causa. Lo que tenía le causaba mucho dolor; sus tumores se encontraban en
lugares tan particulares, que era inevitable no sentir molestia. Pero la fuerza
irrenunciable de este guerrero le impedía rendirse ante cualquier malestar; y
desde entonces todos los segundos de su vida se convirtieron en la máxima
expresión de fe y lucha.
En una tomografía se vio que uno de
los dos tumores que tenía que la región abdominal era distinto, más
heterogéneo. En julio del 2008, nuevamente ingresaba al quirófano. “Sólo pudieron extraer la mitad y lo
diagnosticaron como maligno. El tumor que tenía Nico era muy infiltrante, y
todo órgano con el que esté en contacto se iba malignizando.” En ese momento
Mariel, dejó de lado sus dudas sobre esta enfermedad y dedicó tiempo completo a
acompañar a su ‘único hijo varón’, como lo llamaba de cariño. “Sabíamos que no existía
un tratamiento que lo elimine, pero no perdíamos nada intentando”.
Nicolás sabía lo que tenia, se lo
contó su mamá luego de recibir el diagnóstico definitivo. Sin embargo, para él
no fue más que otra prueba de fuego a la cual enfrentó con mucha aceptación y
valentía. Decía: “Si muchos chicos tienen cáncer, ¿Por
qué no voy a tener yo?”. Jamás se enojó con la enfermedad, aunque por momentos
tenía ciertos cambios en el humor debido a sus dolores. “En el hospital veía
chicos con un cáncer más avanzado, y para él eso era peor mucho peor”.
Desde aquella operación, en julio,
hasta fines de septiembre no regresó a Corrientes. Durante ese tiempo se
sometió a duras sesiones de quimioterapia que reducían sus defensas a cero y no
le daban posibilidad alguna de pensar en salir de la camilla. Pero si hay algo
que el tratamiento jamás pudo hacer, fue arrancarle lágrima alguna o prohibirle
alguna risotada cuando la situación lo ameritaba. Este luchador, se convertía poco a poco en un súper-niño calvo, como todo paciente oncológico.
Sus inmensos cachetes iban perdiendo forma y su pelo se caía por mechones, aunque esto no alcanzó a verlo porque su papá llegó a tiempo para raparlo. Crecía sin parar, pero también adelgazaba muy rápido. En sus paseos dentro del hospital, fue un blanco perfecto para los simpáticos payamédicos que le arrancaron más de una carcajada; visitó la cancha de River y conoció a un par de jugadores gracias a una fundación que cumplió sus deseos. Su rostro jamás perdió la pureza del niño que era.
Sus inmensos cachetes iban perdiendo forma y su pelo se caía por mechones, aunque esto no alcanzó a verlo porque su papá llegó a tiempo para raparlo. Crecía sin parar, pero también adelgazaba muy rápido. En sus paseos dentro del hospital, fue un blanco perfecto para los simpáticos payamédicos que le arrancaron más de una carcajada; visitó la cancha de River y conoció a un par de jugadores gracias a una fundación que cumplió sus deseos. Su rostro jamás perdió la pureza del niño que era.
El regalo más preciado
Finalizadas sus sesiones de quimioterapia,
había llegado el momento de volver a casa un rato. Y fue así, como una tarde de
septiembre, la monotonía exuberante del aeropuerto de la ciudad desapareció
unos instantes para convertirse en una fiesta improvisada repleta de sonrisas.
Se respiraba alegría por doquier. Nico llegó en la silla de ruedas que lo
acompañó hasta lo último, y fue recibido entre un sinfín de lágrimas y abrazos;
de esos que derriten hasta el corazón de un glaciar.
Su imagen, para quienes lo habían
visto por última vez en julio, era otra: llevaba una remera de River,
autografiada por sus ídolos, que le quedaba muy holgada; y una gorra que le
había regalado su prima, sin saber que se convertiría en un comodín de su
vestuario cotidiano. Estaba muy pálido y débil, se lo notaba cansado. Pero algo
en él tenía luz propia. Además de su sonrisa contagiosa; Nico transmitía con su
mirada una señal de fortaleza tan maravillosa, que de sólo verlo, uno sentía que realmente valía la pena estar vivo.
Su visita fue corta, no duró más de
una semana, pero la intensidad con la que se vivieron esos días fue única e
irrepetible. Incluso el aire se hacía menos pesado teniendo su presencia, que
llenaba de luz cualquier lugar que pisaba. Nico visitó a sus compañeros del
colegio, que lo recibieron con una fiesta cargada de buenas energías y un
cariño inmenso. Sus profesores, amigos y sus familiares, e incluso chicos que
apenas cruzaban unas pocas palabras con el, deleitaron a todos con las
sensaciones gratas que sus rostros experimentaban al verlo.
Pese a la energía vital que se
percibieron durante esos días, Nicolás debía regresar a continuar su
tratamiento, que consistía en sesiones de radioterapia, un sistema más potente
que la quimio. El procedimiento que le realizaron implicó una mayor corrosión
de sus defensas; e incluso se notaba que se trataba de un método tan fuerte,
que la zona abdominal, tomó un color tostado; cual si fuera un bronceado en
forma circular, producto de la forma e intensidad de los rayos que le eran
suministrados.
Ya con el pelo un poco crecido, pero
estando aún mucho más delgado, Nico emprendió su regreso definitivo luego de
pasar casi 5 meses entre el hospital y la residencia donde descansaba luego de su
tratamiento oncológico. El regocijo de sus allegados era sumamente increíble,
particularmente porque la fe y las expectativas positivas que tenían sobre la
situación se enraizaron en la idea de que la pesadilla había terminado. O
quizás, solo prefirieron auto convencerse de ello para no emitir micro
expresión alguna de tristeza o desazón frente a él.
Las molestias jamás se disiparon. Sin
embargo, había algo que aumentaba notoriamente en él: su inmensa fe, a la cual
se aferró con mucha fuerza. Numerosas veces contó a sus padres que conversaba
con Jesús, por que era amigo suyo. Desde chico siempre quiso tener un don. Decía
que Rocío, su hermana, siempre tuvo muchos dones para pintar, estudiar y otras
cosas más; y él no tenía ninguno, siquiera para jugar al básquet o al fútbol.
Hasta que después de esto que le pasó, le dijo a Mariel: “viste mamá, al final Dios si me dio un don. El de calmar mis dolores”.
Los meses pasaban y con ellos, los
incontables momentos de regocijo junto a Nicolás. Todo parecía efímero, pero
ahora no existe nada más que esos eternos recuerdos de una historia que para aquellos
que la conocen, vale la pena contar. Nico había generado mucha espiritualidad
para consigo mismo y también con sus allegados. Sus últimas conversaciones
tenían una fuerte carga de misticismo.
Dos semanas antes de partir, Nico
pedía casi todas las noches que lo lleven a pasear. La excusa era perfecta:
“hay que disfrutar de la vida”. En esas salidas, adoraba recordar anécdotas de
cuando era chico y reírse hasta el cansancio. Luego de esto, tuvo una
experiencia muy peculiar con Jesús. “Dijo que vino de blanco y fue el momento más feliz de su existencia.
Que ya consiguió la felicidad máxima y que se sentía completo”.
“Una semana antes de fallecer, me
preguntó quienes iban al infierno; yo le dije lo que aprendí en el catecismo: -
Las personas que tuvieron mal comportamiento en su vida y que nunca se
arrepintieron. Pero después siguió: - ¿Quienes van al purgatorio?- Las personas
que hicieron cosas malas y se arrepintieron al menos parcialmente. Finalmente,
pregunta: - ¿Quienes iban al cielo?- Las personas que se solidarizaron con los
demás. Continuó: - ¿Quienes más? - Los buenos. Por último, repregunta: -¿Y quienes
más?- Yo estaba cansada y lo primero que se me ocurrió fue decirle: - Los
enfermos que sufren muchos dolores y nunca le echaron la culpa a Dios- Nico suspiró de alivio; parece que eso era
lo que quería escuchar”.
Esa misma madrugada, Mariel intentó
despertarlo para darle su medicación y no pudo. Tenía los signos vitales muy
bajos y había entrado en un sueño profundo. “Llamé a los abuelos comentándoles
que yo pensaba que podía ser el momento de su partida. Terminé de hablar y se
despertó de repente, como si lo hubiesen alzado de la remera. Vio a su papá y a
su hermana llorando, y les dice enojado: - ¿Qué es lo que están haciendo arriba
mío?”. Sin dudas, no quería verlos
tristes; aunque la situación haya sido realmente increíble.
Sus últimos días los pasó en casa. En
su agonía de paso en paso, pacientemente pudo despedirse de casi todos sus seres queridos. “Recuerdo
que todo comenzó un martes, justo yo me había quedado a dormir ahí. Esa noche
estuvo muy dolorido y antes de dormir pidió a su mamá que me llamara. Cuando
entré a la pieza, estaba recostado mirando la tele y me dice ‘Buenas noches
prima, suerte’; yo lo abracé y le dije ‘Chau Niquito, que descanses’. Esa fue
la última vez que hablé con él”.
Al día siguiente, le avisaron al
pediatra que estaba intranquilo y muy quejoso. A partir de entonces, su doctor
se hizo cargo del tratamiento que lo acompañó hasta el último suspiro. A partir
de entonces no pudo abrir más sus ojos y toda
posibilidad de comunicación, se redujo a algunos apretones de mano, en sus
momentos de lucidez. La madrugada del viernes su respiración se atenuaba
lentamente al igual que sus signos vitales.
El sol se asomaba lentamente por las
ranuras de las persianas. Los indicios de que el día estaba hermoso eran más
que evidentes. La rutina amanecía junto a una inmensa calma y olor a vainilla
en el ambiente. A media mañana, Nico ya se había ido. Su casa recibía poco a
poco a los más cercanos, que cargaban con un brillo en sus ojos y cuyos rostros
reflejaban la más profunda serenidad. Su sufrimiento había terminado y sólo
quedaba una cosa por hacer: aprender a
ser feliz aún con el más profundo dolor. Como él.
ALEGRÍA INTENSIVA.
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